Una gran mayoría de personas fumadoras tuvieron su primer contacto con un cigarrillo en la adolescencia. En ese momento de la vida existen diversos factores que pueden influir para que se acabe cayendo en esa siniestra trampa que es el tabaco; la necesidad de aceptación, lo «prohibido», la presión de grupo, querer aparentar ser más adulto, etc. En ese caldo de cultivo, ignorando que ese «juego» conlleva un riesgo enorme, muchos adolescentes se acaban convirtiendo en fumadores, quedando atrapados durante muchos años (y a veces toda la vida) en la adicción al tabaco.

La dependencia al tabaco

Es bien sabido que la nicotina es responsable de la adicción al tabaco, pero no es lo único que crea dependencia. El consumo de tabaco genera tres formas de dependencia, cada una con su propio poder e importancia:

Dependencia física:

La nicotina es una sustancia estimulante presente de manera natural en la planta del tabaco (al igual que la cafeína en la planta del café, o la teína en la planta de té), que actúa sobre la química del cerebro, y genera sensaciones de placer. Sin embargo, cuando nos convertimos en adictos a esta sustancia, tenemos la necesidad de administrarnos nicotina cada cierto tiempo para evitar que aparezcan las sensaciones desagradables del síndrome de abstinencia (lo que habitualmente llamamos «mono»).

Los cigarrillos contienen alrededor de 8 miligramos de nicotina como promedio, pero sólo suministran entre 1 y 2 mg. al fumador. Cabe destacar que la nicotina es una sustancia que tiene un enorme poder adictivo, razón por la cual, el cigarrillo se convierte en un sencillo dispensador de esta sustancia, manteniendo el círculo vicioso de la adicción.

Se puede afirmar por tanto, que el «placer» de fumar es, en una importante medida, evitar que aparezcan los síntomas de la abstinencia que tanto teme quien es adicto a la nicotina.

Dependencia psicológica:

Otro de los factores que te impiden salir de la trampa del tabaco es el psicológico. De hecho, está demostrado que la dependencia psicológica es mucho mas poderosa y resistente que la física. Podemos comprobar esto fácilmente cuando vemos a personas que han estado sin fumar durante años, y de pronto, sin ninguna lógica, vuelven a fumar. Es evidente que ya no no existe necesidad de nicotina, ya que desaparece en pocos días, y en cambio, algo desencadena de nuevo, tras años sin probar un cigarrillo, el deseo o la necesidad de fumar. 

La dependencia psicológica se fundamenta en tres procesos concretos:

Práctica: todo lo que hacemos una y otra vez se acaba fijando profundamente en nuestra psique. Lo mismo ocurre con el tabaco. Una persona que fume una media de 15 cigarrillos al día, en un año, habrá repetido 5.475 veces el hecho de fumar. Podemos ir un poco más allá, y si consideramos una media de 10 inhalaciones por cigarrillo, veremos que hemos repetido 54.750 veces el hecho de llevar el cigarrillo a la boca y aspirar el humo.

Asociación: la conducta de fumar es de las pocas que están asociadas a múltiples situaciones, momentos e incluso emociones: tomar café, alcohol, salir, conducir, hablar por teléfono, comer, llorar… Estos momentos y acciones se asocian por repetición, creando una necesidad vinculada a esas situaciones.

Refuerzo: el refuerzo se refiere, por un lado, al hecho de satisfacer una necesidad fisiológica, y por otro, a la función emocional que les damos a los cigarrillos.

Dependencia social:

Fumar sigue siendo un acto social, se hace en grupos, en reuniones con amigos, y entre los adolescentes que comienzan a fumar tiene muchas veces un significado de rebeldía y de aparente madurez.

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